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Foto del escritormateod199

Hereje


El hombre camina cuesta arriba por la ladera, cada paso, cada respiración lo hace sentir desgarrarse por dentro, cada musculo de su cuerpo grita al unisonó en un coro estremecedor. Se siente pesado, somnoliento. El paisaje gris que se extiende a su alrededor no deja de abrumarlo; el cielo, los bosques, los ríos, todo ha sido sometido a una monotonía monocromática de índole apocalíptica.

El ultimo color yace en sus jóvenes manos, envuelto en un fino papel. Él es un guardián, el confidente de la última reliquia que la humanidad heredó de una raza precursora antaño olvidada.


El viento seco corta su rostro y por momentos duda de su objetivo, de su destino y misión. El color palpita en su palma, insistente, instándolo a seguir, en protegerlo y morir por él.

Un paso. Luego otro. Un suspiro. Un dolor sordo. Un grito ahogado. Cae.


La bolsa cae con él, el color, como si fuese una sustancia imposible de asimilarse en el ambiente, se libera de la bolsa y destaca de una manera horriblemente bella. El hombre nunca vio algo así, su mente choca con la confusa realidad que tiene delante, se siente espectador de algo prohibido, de una amenaza, un peligro.


Incluso habiendo dedicado toda su vida a la protección de la "cosa" que se diluía frente a él, sintió miedo, un miedo terriblemente profundo y primigenio a lo que es desconocido.


Comprendió que debía llevar a cabo el ritual aun en esas condiciones y, arrodillándose frente al espeso charco de materia pura y fluorescente, comenzó a entonar un cántico otrora olvidado que hablaba sobre la profecía, de los seis que fueron y del séptimo que resta, de las seis veces que fueron erradicados y de cómo el último de ellos era la última barrera antes de que el vacío primordial acabe con el cosmos celestial.


A medida que el rito avanzaba, el color se transformaba frente a sus ojos; cambios de materia imposibles de mencionar sucedían de forma inmediata y secuenciada, se expandía y burbujeaba, humeaba e incluso por momentos le pareció oír el rugido gutural que delataba su origen cósmico y no terrenal, ya que nada ni nadie en este mundo llano y decadente sería capaz de emitir tales sonidos.


Él sería el primer ser iluminado por el último color, este había dejado de ser un objeto material para convertirse en un suceso; un renacimiento, el séptimo del condenado hogar del guardián. Pero, para poder renacer primero debía morir.


Contento, el guardián dejo de cantar y bajo sus brazos, el entorno a su alrededor era una vorágine de destrucción y luces parpadeantes. El filo de su acero ya habría su garganta cuando el color escupió el cielo y el firmamento se tiño por séptima vez. El guardián moría con una sonrisa en la boca mientras el crepúsculo volvía a nacer y él lo observaba por primera y última vez.




Escrito en el taller "Imágenes y palabras" con el color violeta como consigna.

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