Intentaron proteger mis pies en vano, pero yo soy un hijo del bosque, corro descalzo por tierra, rocas y ríos mientras el cielo infinito se abre a mi alrededor.
Me creyeron niño puro de cuerpo, débil y blando, pero yo pertenezco a la cacería, siendo su llamado en lo más hondo de mi pecho, es un estruendo, un grito salvaje que me hace hervir la sangre en un arrebato de euforia inusitada.
El cielo se ilumina y de pronto los puedo ver, son hermosos y terroríficos, tanto los jinetes como sus corceles de crines negras y ojos llameantes. Me reclaman y me entrego a ellos, no rehuyó porque mi destino les pertenece a los hacedores de guerras y plagas, la cacería salvaje.
Escrito dentro del taller "Imágenes y palabras" en base a la palabra "pureza".
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