Bailemos, con la sinfonía de la lluvia acompañando nuestros movimientos, una canción olvidada,
bailemos, con las estrellas guiando nuestros pasos e iluminando nuestros rostros,
bailemos, con los charcos de agua plateada reflejando nuestras figuras a nuestros pies,
bailemos, con nuestras manos aferradas como imanes de polos opuestos,
bailemos, en un salón infinito en el medio del bosque, ignorante de las miradas ajenas.
Bailemos, con la luna como única testigo.
Y cuando la lluvia cese,
y las estrellas se apaguen,
y la luna desaparezca,
solo quedaremos tu y yo.
Bailando el vals de la noche eterna.
Hasta volvernos polvo y hueso,
y del polvo volveremos,
bailando en nuestras cenizas, cual fénix renacido,
una canción olvidada, por dioses y mortales,
en un silencio sepulcral.
Entonces la lluvia caerá,
y las estrellas se encenderán,
y la luna volverá a ascender,
y seguiremos bailando, amor mío,
bailando el vals de la noche eterna.
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